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El programa de los granujas

Por Luis Casado

Ya no sorprende a nadie: Para ser candidato a la presidencia ni la honestidad ni la decencia son imprescindibles. Una cruda descripción de las “cualidades” de candidatos y candidatas.

Las elecciones presidenciales que se avecinan en los EEUU, en Francia y en otros sitios parecen mostrar que el descaro, la desfachatez, la impudicia y la desvergí¼enza son condiciones necesarias para ser candidato.

El comportamiento de Donald Trump –arquetipo de lo zafio que suelen ser los millonetas– revela más de la sociedad estadounidense que del candidato mismo. Robert de Niro se lamenta: “¿Cómo es posible que tal idiota haya llegado tan lejos?” La respuesta es sencilla: porque a lo largo de décadas los EEUU han creado las condiciones para ello. Ronald Reagan y George W. Bush fueron los prolegómenos. Cuando mandan los mercados financieros, en la Casa Blanca puedes poner a Jerry Lewis, a Bernard Madoff e incluso a Sarah Palin.

Hillary tampoco es de los trigos limpios: junto a Bill Clinton estuvo mezclada en estafas financieras desde los años 1970, cuando Bill era Gobernador de Arkansas y ella su primera dama. El conocido Whitewater scandal fue parte de la célebre crisis de los Savings & Loans (Cajas de Ahorro y Préstamos). Susan Mc Dougal, socia de los Clinton, y Jim Guy Tucker, sucesor de Bill como Gobernador de Arkansas, fueron condenados a prisión. Los Clinton pasaron a través de las mallas de la Justicia.

Si todo no puede serle achacado a los Clinton, salvar las 747 Cajas de Ahorro y Préstamo que quebraron le costó al Estado Federal la módica suma de 160 mil millones de dólares. Después vendrí­an el Travelgate, el Monicagate y el Filegate, sin olvidar la sospechosa muerte de Vince Foster, en la que los Clinton también fueron investigados. Actualmente hay un proceso en curso en razón de los 55 millones de dólares que Hillary, en su calidad de Secretaria de Estado, le donó a Laureate Education Inc., en cuyo directorio estaba Bill. Lo mejor de todo es que los Clinton recuperaron 16,46 millones de dólares de ese dinero público.

Lo peor, sin embargo, ocurrió con Bill Clinton en la Casa Blanca: la desregulación de los mercados financieros impulsada por Larry Summers, su Secretario del Tesoro de 1999 al 2001. No se puede olvidar que salvar a Citigroup, que viví­a en la ilegalidad de cara al Glass-Steagal Act, fue uno de los primeros objetivos. Luego vino el desmadre de los créditos subprime, y ya conoces lo que sigue. Si sus adversarios acusan a Hillary de ser un simple peón de Wall Street y de la banca es porque hay buenas razones.

En Francia, de cara a las presidenciales del año próximo, la derecha organizó una ‘primaria’, ese chanchullo que tiene por objetivo hacerle creer a los incautos que el candidato lo eligen los pringaos.

Entre los favoritos está Nicolas Sarkozy, involucrado en no menos de nueve procedimientos judiciales, e inculpado por ‘corrupción activa’, ‘tráfico de influencias’ y otras indelicadezas. Una de ellas, un fraude al Fisco por más de 400 millones de euros en favor del ya condenado Bernard Tapie, tiene con un pie en la cárcel a Christine Lagarde, directora-gerente del FMI, ministro de Finanzas de Sarkozy en el momento de la estafa.

El otro favorito es Alain Juppé, 71 años, un polí­tico de larga trayectoria. A su haber tiene una condena a 14 meses de prisión remitida, más un año de inelegibilidad, por ‘toma ilegal de interés’ (2004). Juppé asegura que no hubo enriquecimiento personal, pero olvida que mientras fue Concejal de Parí­s benefició durante años, ilegalmente, de una vivienda social de 150 m2 a precio de huevo, y consiguió dos más, una para su ex mujer, y otra para su hijo. Esas viviendas fueron renovadas más que convenientemente con dinero público.

Alain Juppé acaba de comparecer en la TV, para exponer su Programa. En el ámbito económico el candidato a la candidatura constata una situación insostenible, y afirma que los últimos gobiernos no han atacado, como hará él, las cuestiones que dañan la economí­a francesa.

Entre sus proposiciones está una fuerte baja de impuestos. Tú ya sabes, los impuestos son caca, y para abrirle la puerta al paraí­so en la tierra conviene bajarlos hasta donde sea posible. Uno sabe que –en ausencia de alguna coherencia fiscal– los paí­ses de la Unión Europea compiten alegremente en la materia sin que la crisis desaparezca. Peor aún, la reducción de la recaudación fiscal empeora el endeudamiento público, y lo único que se les ocurre a los gobiernos es reducir el gasto fiscal. Menos Salud, menos Educación, menos Investigación cientí­fica, menos servicios públicos, una cosa lleva a la otra, la UE sigue cayendo en picada.

Francia tiene unos 5 millones de desempleados, aún cuando desde hace casi 40 años los impuestos que pagan las empresas no hacen sino bajar. A tal punto que 10 puntos del PIB pasaron de remunerar el trabajo, a remunerar el capital. Eso hace, cada año, un lucro suplementario de unos 220 mil millones de euros. Y no les basta.

Un periodista hizo una simulación de la proposición de Alain Juppé y llegó a conclusiones que merecen el desví­o. El periodista tomó tres tipos de familias, todas constituidas por una pareja con dos hijos. La primera, adinerada, dispone de un patrimonio de 3 millones de euros y de ingresos anuales de 200 mil euros. La segunda, ‘clase media’, dispone de 60 mil euros de ingresos anuales. En la tercera familia, modesta, ambos padres ganan el salario mí­nimo lo que da un ingreso anual de 30 mil euros.

El resultado de la baja de impuestos propuesta por Alain Juppé es el siguiente:

Familia adinerada: Reducción anual de impuestos de 21.700 euros.
Familia ‘clase media’: Reducción anual de impuestos de 2.000 euros.
Familia modesta: Aumento anual de impuestos de 170 euros.

Ante la sorpresa general, Alain Juppé explicó “la lógica” de su Programa: si le reduces los impuestos a los ricos, estos no se llevan el dinero al extranjero, traen de vuelta el que ya tienen en otros paí­ses e invierten para ganar aún más plata. Esa inversión genera empleo, y los miserables pueden esperar encontrar un curro. LQQD, o sea: Lo Que Queda Demostrado.

Tratar bien la evasión fiscal, el tráfico de capitales, el egoí­smo y la codicia: he ahí­ el remedio.

Lo que nos deja un pelí­n escépticos habida cuenta que no son los capitales los que faltan: hace poco el Banco Central Europeo (BCE) puso un billón de euros a disposición de la banca privada. ¡Un billón! Al cabo de dos o tres semanas todo ese dinero regresó al BCE sin haber generado ni una sola inversión. Parece que se les olvidó el detallito de la demanda inexistente o por lo menos insolvente. ¿De qué sirve producir si nadie tiene capacidad de consumo?

Por otra parte, si el gobierno dice que no hay plata para los servicios públicos, no es menos cierto que le sobra dinero para las guerras neocoloniales en que Francia se ha inmiscuido al lado de los EEUU y Gran Bretaña. ¿No hay plata?

El único efecto comprobable y comprobado de la baja de impuestos al riquerí­o, practicada por los gobiernos de Mitterrand, Chirac, Sarkozy y Hollande (1983-2016), ha sido la formidable concentración de la riqueza en el 1% de la población privilegiada, y el empobrecimiento gradual del otro 99%.

Alain Juppé no se detiene en tan buen camino y también propone aumentar la edad legal de la jubilación a 65 años, que hasta hace poco era de 60 años para hombres y mujeres. Hay que trabajar más, asegura, para consolidar el sistema solidario por repartición. Puede ser. Yo no digo que no, habrí­a que ver, hay quienes contradicen esas afirmaciones.

Lo cierto es que Alain Juppé, alto funcionario del Estado (inspector de finanzas), jubiló urgentemente a los 57 años de edad, antes de que se aplicara la nueva ley (2003) que prolongaba el tiempo de trabajo mí­nimo para jubilar a 40 años. El buen Juppé habí­a trabajado apenas 38 años y tres meses. La jubilación a los 65 años es buena para los miserables, no para el Sr. Juppé.

Como quiera que sea, entre sus derechos de funcionario y de parlamentario el hombre palpa unos 12 mil euros mensuales, sin contar las retribuciones que recibe ahora como Alcalde de Bordeaux y presidente de la Comunidad Urbana de Bordeaux Métropole. Como si fuese poco, el muy granuja quiere, además, ser elegido presidente de la república.

Tú me dirás, “Sí­, pero Juppé es de derechas”. Claro que sí­. Pero Laurent Fabius, alto funcionario del Estado, ex parlamentario, ex ministro, ex primer ministro, ex ministro de Relaciones Exteriores y ahora presidente del Consejo Constitucional, se jubiló a la tierna edad de 55 años en el 2001, ¡Y es socialista! Otro que predicaba el aumento de la edad de jubilar…

Actualmente, los hijos de vecino –los pringaos– pueden jubilar a la edad mí­nima de 62 años, si es que trabajaron y cotizaron un mí­nimo de 41 años y tres trimestres.

Lo cual no es óbice u obstáculo para que el buen Alain Juppé –que la cátedra presenta como el próximo presidente de Francia– tenga aún más proposiciones. Por ejemplo, la de terminar con la semana legal de 35 horas, pasándola a 39 horas semanales. Sin aumento salarial. En claro, todo dios tendrí­a que regalarle al gran capital 18 horas de trabajo por mes.

Es en este tipo de detalles que se reconocen los grandes hombres: una media docena de escándalos de corrupción, tráfico de influencias, fraude al Fisco, toma legal de interés y, de ser posible, unas cuantas inculpaciones en Justicia. Una condena es considerada un top. Si a eso le sumas un Programa económico diseñado para auxiliar al gran capital… eres un hombre de Estado.

Si no sabí­as porqué Ricardo Lagos y Sebastián Piñera son candidatos a las elecciones presidenciales en Chile, ahora lo sabes.

Fuente: Politika

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