Autores como Humberto Maturana, han resaltado que “el lenguaje crea realidad”, afirmación que cuenta con evidencia empírica de que este produce, modifica y orienta el pensamiento y, en consecuencia, el comportamiento del individuo. Por tanto, para un Cambio Cultural a nivel social se precisa la revisión y/o modificación de las palabras que soportan estos principios valóricos y “les dan vida”.
Una breve revisión histórica de los paradigmas en los que se ha enmarcado la Inclusión, muestra cómo los términos que se han utilizado para hacer referencia a las personas neurodiversas han contribuido a instalar las bases para la exclusión y discriminación de estas, dejando entrever la infravaloración e incluso evaluación peyorativa de la diferencia, bajo un enfoque social competitivo y elitista que no toma en consideración las oportunidades que la diversidad aporta al desarrollo sostenible de las comunidades.
A modo de ejemplo, algunos modelos explicativos utilizaron términos como “imbécil”, “idiota” o “mongolito” (como aún lo hacen incluso personeros públicos), para categorizar a las personas con discapacidad intelectual. El uso de estas palabras para este fin debió erradicarse posteriormente, ya que establecían marcos de referencia asociados más bien a la función de insulto y descalificación.
El lenguaje también es determinante a la hora de consolidar estándares y objetivos sociales. Es por esto por lo que es imprescindible que revisemos las formas en que nos relacionamos con todos y todas aquellos/as que conformamos la sociedad, partiendo desde la manera en que nos referimos a cualquier persona, si de verdad nuestro objetivo es participar de la construcción de una sociedad inclusiva.
Por Ruth Duque Caballero
Psicóloga
Diploma en Habilidades Laborales
U. Andrés Bello